miércoles, 27 de diciembre de 2023

Cuando Chalchiuhtlicue, la deidad del agua en Teotihuacan, se mudo de hogar.

 La escultura de Chalchiuhtlicue, que representa a la deidad mesoamericana asociada con las aguas terrestres (contraparte femenina de tlaloc), fue localizada cerca de la Plaza de la Pirámide de la Luna en Teotihuacan, muy cerca del Palacio de Quetzalpapálotl​​.




El descubrimiento de la escultura data de mediados del siglo XIX. Durante esa época, se creía que la escultura era una mesa de sacrificios, ya que solo era visible su parte superior, y había una creencia popular de que las personas caían desmayadas al entrar en contacto con ella​​. Fue completamente descubierta y descrita por Ramón Almaraz en 1865, y más tarde, en 1888, el arqueólogo Leopoldo Batres se encargó de trasladar la escultura al Museo Nacional en la Ciudad de México​​.




El traslado de la escultura al Museo Nacional en la calle de Moneda fue realizado por Leopoldo Batres en 1890.


Para esta empresa se diseñó un ferrocarril provisional que corría desde la Pirámide de la Luna hasta la comunidad de San Sebastián Xolalpa (a unos 3km), donde entroncaba con un ramal de la vía México-Veracruz.


La pieza llegó en tren a la Estación Buenavista en la Ciudad de México, y se necesitó un carro especial para su traslado, que fue jalado con mulas. Durante este proceso, los diarios de la época advertían a la gente a no acercarse a la escultura por el riesgo de que los cables se rompieran​​.







Finalmente, en 1964, cuando se construyó el Museo Nacional de Antropología, la escultura fue trasladada a sus instalaciones en el Bosque de Chapultepec, donde permanece hasta la fecha como una de las piezas principales de la Sala Teotihuacan​​. Esta escultura no solo es un testimonio de la habilidad artística y religiosa de los teotihuacanos, sino que también es un ejemplo destacado de los esfuerzos de conservación y estudio del patrimonio cultural mexicano.








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lunes, 25 de diciembre de 2023

EL AGUILA TIRANA DE TETILA: UN EMBLEMA DE RENACIMIENTO PERPETUO

 En el complejo arqueológico de Tetitla en Teotihuacan, distintos murales (específicamente en el Pórtico 25 y los Murales 3-6, Patio 25, Mural 25, y Corredor 25, Mural 7) exhiben fascinantes  imágenes del águila real (Spizaetus tyrannus). Estas representaciones, ya sean de la figura completa o solo de la cabeza, destacan por su adaptación artística que equilibra la precisión anatómica con las exigencias de un lenguaje simbólico.



La fisonomía de esta imponente ave de presa, con su característica cola negra rayada y su distintivo penacho, así como su actitud depredadora, fue ideal para simbolizar rituales de sacrificio en la iconografía teotihuacana. Es común encontrarla ilustrada con signos de sangre o bandas que podrían interpretarse como flujos sanguíneos emanando de su pico, un testimonio de su naturaleza feroz y su asociación con actos de sacrificio.





La postura del águila, con alas extendidas, sugiere preparación para el vuelo más que reposo, capturando el momento justo antes de alzar el vuelo, lo que puede interpretarse como un símbolo de libertad o ascenso espiritual.




Además, la variación en el tamaño de las representaciones de águilas, con diferentes atributos simbólicos como las gotas o flujos de sangre, apunta a una jerarquía emblemática y a la representación de sacrificios. La hipótesis de que el águila se asocia con el Sol, fuente de vida, y su trayectoria diaria de amanecer a anochecer, alude a un ciclo perpetuo de nacimiento y renacimiento, reflejado en el majestuoso vuelo del águila como un emblema de la dualidad entre la vida ascendente y la muerte descendente.

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